Rocío Lorente
"....en ningún momento, el embarazo fue un obstáculo para poder seguir con la danza ..."
Mi gusto por la danza del vientre me viene desde muy joven y por herencia de
mi madre. A ella siempre le gustó todo lo relacionado con las danzas de oriente medio
e incluso la música árabe, turca y similar.
Un buen día, ya siendo adulta y después de haber pasado por un embarazo y
dos años de lactancia sin haber tenido cuidado con la ingesta de carbohidratos decidí
que era quizás el momento idóneo para poder someterme a una dieta y perder esos
quilos de más. La endocrina me recomendó que la acompañara con un poco de
ejercicio y pensé en apuntarme a un gimnasio. Pero pronto me acordé de la danza del
vientre, y mi mente me recordó lo pronto que la gente se cansa de los gimnasios y me
dijo "Si siempre te ha gustado la danza del vientre, ¿por qué no te apuntas a una
escuela de danza y aprendes en vez de ir a un gimnasio del que te cansarás
enseguida?". Y fue por ello por lo que me decidí finalmente a entrar en la escuela.
Aunque ese no fue el único motivo que me ayudó a decidirme a hacer de una vez algo
que llevaba pensando desde mi adolescencia. Pues al estar parada y tener que
ocuparme mayoritariamente de la casa y de un niño de casi 3 años me venía bien tener
un poco de tiempo para mí y "despejarme".
En septiembre de 2014 me apunté a la escuela de danza de Raks Aisha y allí
empezó mi aventura con la danza del vientre. Al principio fue todo muy caótico, ya que
nada me salía, ningún movimiento de los que Aisha nos enseñaba podía hacerlo. Pero
ella siempre nos animaba y nos alentaba diciéndonos que al principio todo cuesta. Y
más cuando la danza del vientre es una danza de conciencia corporal. Porque claro,
mover las caderas es fácil, todas, o casi todas las mujeres, en algún momento lo hemos
hecho inconscientemente o semiinconsciente al bailar alguna canción que nos gusta.
Pero de ahí, a mover sólo torso sin mover nada más... eso ya se escapa a nuestra,
como ella siempre dice, conciencia corporal. Recuerdo que cada día volvía a casa
pensando en lo torpe que era. Y es que cuando ella te enseñaba, la mirabas y después
al reproducirlo te veías tan horrible en el espejo. ¡Nada te salía como a ella! Y a pesar
de que ella te decía que llevaba tantos años practicando danza y era normal que, por
ejemplo en mi caso con un par de meses, no lo hicieras igual que ella, te sentías fatal.
Te decías a ti misma, "¡Me da igual! ¡Yo quiero hacerlo igual que tú!". Pero el cuerpo
nunca obedecía. Y por más que te explicara y reexplicara cómo se hacía, no te salía.
Pero entonces, con el tiempo y sin dejar de practicar ni dejarte llevar por esos
pensamientos negativos que siempre te transmitía (y sigue transmitiendo) el espejo,
empiezas a notar que tu cuerpo parece que va cediendo. Y que alguna cosa te sale un
poco mejor que al principio. Que todo el caos que había, se va ralentizando, aunque no
tan rápido como quisieras. Porque siempre te ves patosa y rígida. Aisha siempre nos
dice "Os tendría que grabar al principio y enseñároslo ahora. Para que veáis lo que
habéis mejorado.". Pero, al menos en mi caso, sigues viéndote fatal, aunque no tanto
ya como al principio. Y da igual todas las palabras de ánimo que Aisha siempre te da
para que no te vengas abajo. A pesar del trato maternal con el que siempre te
obsequia y su paciencia casi infinita, sigues pensando que nunca conseguirás hacerlo
Y llega un buen día en el que ya piensas "Bien, parece que esto va por buen
camino.". Porque las cosas van mejor cada vez. El proceso es lento, pero no dejas
nunca que la negatividad te domine, ya bien porque Aisha siempre intenta animarte o
por ser yo una persona persistente. Y ese buen día te das cuenta de que estás
embarazada. Pero no quieres dejar de practicar danza del vientre. ¿Puedes hacerlo?
Por supuesto, preguntas a tu médico si realizar la danza puede ser perjudicial
para la salud del bebé. Y no obtienes una respuesta afirmativa, ni tampoco negativa.
Simplemente te dice que siempre tienes que hacerlo con cuidado porque si pasara algo
podría ser esa la causa. Así que no dejándote nada en claro decides seguir, porque no
ves la danza como un deporte agresivo ni muy cansado.
Informé a Aisha sobre mi embarazo y sobre si algún movimiento podía ser
perjudicial. Ella me contraindicó los movimientos en los que hubiera una buena
marcación y sobre todo los de vibración, ya que favorecían la provocación del parto. Y
que siempre debía escuchar a mi cuerpo. Y como persona que siempre ha confiado en
su cuerpo, sus instintos y la naturaleza, así lo hice. Seguí haciendo danza del vientre
hasta casi la semana 39 de mi embarazo. Siempre tuve mucho cuidado con la
marcación y con la vibración. Hacía todo lo que podía y al ritmo que podía. Incluso en
los pasos de marcación, la hacía muy sutil. Y alguna vez en que el paso requería
vibración, yo la hacía a un nivel muy muy suave para no perder el ritmo o la movilidad.
Aunque como es natural, a medida que pasaba el tiempo mi cuerpo me iba recordando
que estaba embarazada y que cada vez necesitaba más energía para poder realizar un
movimiento que antes lo hacía con menos esfuerzo. Pero nunca, en ningún momento,
el embarazo fue un obstáculo para poder seguir con la danza. O a la inversa, la danza
jamás me provocó ningún malestar o impedimento para que mi embarazo avanzara de
manera saludable. Algunos pasos los realizaba de una forma muy suave porque me
molestaba un poco el vientre. Pero nunca tuve ninguna molestia a la hora de bailar.
Todo lo contrario, cuando salía de allí, salía más enérgica de lo que entraba.
Todas las personas, sobre todo mujeres, que me veían por la calle, también
familiares y conocidos, me decían que cómo podía ser que tuviera tan buena cara
estando en tan estado avanzado de mi embarazo. Y cómo podía ser que siguiera
haciendo danza del vientre a esas alturas. A lo que yo les contestaba "Será quizá por
eso que tengo tan buena cara y que no me duela la espalda ni los riñones.". Aunque
claro, algún día sí me dolía, pero entonces, realizaba los estiramientos que Aisha me
recomendó y menguaba.
Incluso hoy día, a 4 días después de haber cumplido la fecha prevista del parto,
todo el mundo me sigue diciendo que estoy bien. ¡Que cómo puede ser! Hasta tal
punto que me siento mal y pienso "¿Seré yo la rara por estar bien?". Pero me recuerdo
que cada persona es diferente, cada embarazo también, y que muy probablemente el
realizar ejercicio físico como es la danza del vientre me ha beneficiado más de lo que
me imaginaba. Y no sólo a mí, sino incluso al feto, ya que el realizar ejercicio le aportas
más oxígeno. Y prueba de ello pueden ser las patadas que me da y los movimientos
constantes que no cesan ni un solo día...
Así que mi experiencia con la danza del vientre ha sido muy gratificante, no sólo
físicamente sino también psicológicamente. Físicamente porque tu cuerpo te lo
agradece. Incluso estando embarazada, te das cuenta de que a pesar de las
dificultades físicas que tienes, puedes agacharte, puedes estirarte y puedes realizar
muchas cosas, a tu ritmo y fuerza, por supuesto, que antes no creías capaz. Además de
que en ese preciso instante, el bebé dejaba de moverse mientras yo sí lo hacía y tenía
un pequeño rato de descanso. Y psicológicamente porque tu estado mental en el
momento en el que estás bailando es de relajación casi total. Porque sólo piensas en
bailar, o casi ni piensas, ya que son pasos que los tienes medio incorporados en tu
mente y cuerpo y son casi automáticos.
A pesar de que mis objetivos con la danza del vientre no son a nivel profesional,
sino algo personal, porque me gusta y quiero aprender, seguiré realizándola, porque es
algo que siempre me ha gustado, porque físicamente te sientes más viva y ágil, y
porque a nivel psicológico también te sientes mejor contigo misma al ver que eres
capaz de realizar algo que todo el mundo cree que es fácil, pero en realidad es muy
difícil y tienes que aprender a domesticar tu cuerpo.